ENTREVISTA

  • 05 Abril, 2019
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Entrevista al Dr. Peter Feisinger

Peter Feisinger

¿Qué lo llevo a estudiar biología? Nos podría contar alguna anécdota referida a su pasión por la naturaleza?

Tanto en el verano como en el invierno estaba rodeado de la naturaleza, de una variedad de hábitats y microhábitats cada uno con su vegetación particular y sus animales pequeños particulares—ni hablar de los numerosos venados y ciervos rojos (¡nativos!), y muy de vez en cuando los osos negros, que pasaron por la finca. Habría sido difícil no interesarse en la biología. Confieso que

antes de mi tercer cumpleaños ya había empezado a coleccionar las mariposas. Y me acuerdo bien de mi primer experimento no planificado en la ecología, el mismo verano, cuando metí en un mismo terrario una culebra y dos ranas de los alrededores de la casa. Cuando me desperté la otra manaña la culebra fue el único ocupante del terrario, ahora con dos bolas grandes en su panza. Unos años después, luego de muchas experiencias más con las ranas, sapos y culebras de los alredores me di cuenta de que aquel experimento no había sido muy ético. Luego de la herpetología volví a la entomología, con once años manejando una trampa de luz para recolectar pollilas para un investigador de la Universidad de California. Un año después pasé a la mastozoología, poniendo numerosas trampas vivas caseras para conseguirle ratones saltarines vivos para otro investigador. Durante tres veranos una tremenda variedad de micromamíferos entró en las trampas pero nunca el ratón saltarín, mientras que los gatos me entregraron unos 11 cadáveres ya inútiles. También durante toda mi niñez y juventud me interesaban las plantas, las aves, y un vínculo en particular entre ellas: los picaflores.

 

¿Cuándo inició su vida como docente de postgrado y con qué contenido?

Impartí cursos de postgrado en la Universidad de la Florida a partir del año 1976 ó 1977. El primero fue un seminario semanal sobre el tema de las interacciones entre plantas y herbívoros invertebrados, un formato que seguíamos durante todos los años y casi siempre sobre un tema distinto hasta la filosofía de la ciencia y la matemática en la ecología. En 1978 empecé a impartir el curso intensivo de ecología de comunidades. El gran naturalista Archie Carr, que conoció personalmente la historia de cada ejemplar de cada especie de árbol y vertebrado en el norte de la Florida más la historia de cada metro cuadrado de tierra o agua (apenas estoy exagerando) se encargó de las salidas de campo cada fin de semana. En tres años impartí un curso de postgrado en ecología de la polinización en lugar de la ecología de comunidades. Sin embargo la ecología de comunidades siempre fue mi “materia bandera”, con cada vez más sabor de la conservación biológica. 

¿Qué lo motivó a dejar la Universidad como docente?
Una tarde de noviembre 1985, durante una sesión de dicho curso de la ecología de comunidades nos surgió la idea loca de intentar fomentar la conservación verdadera a largo plazo por trabajar no con adultos sino con niños. ¿Cómo? Por facilitar su conocimiento de, y la indagación sobre, las plantas, animales e interacciones ecológicas brindadas por el entorno más a su alcance, el patio de su escuela. Unos minutos después decidimos que la manera más eficiente (y menos impositiva) de llegar a l@s niñ@s sería por medio de colaborar con sus docentes y a través del hemisferio occidental. Desde ese momento la idea me entusiasmaba cada vez y también empezó a entusiasmar a vari@s amig@s latinoamerican@s. Luego la idea loca de aquella tarde se volvió “la enseñanza de ecología en patio de la escuela” o “la EEPE”. Paralelamente con la maduración de la EEPE, desde principios de los 1980 me interesaba cada vez más la conservación biológica y socioecológica, con la que mis investigaciones sobre picaflores y plantas, micromamíferos y depredadores y otros temas tuvieron muy poco que ver. Finalmente unos colegas en la facultad me urgían que me hiciera candidado al puesto del director del departamento. Este último, combinado con el deseo de trabajar más con l@s docentes y con lo explicado en la siguiente respuesta, me hizo decidir jubilarme de la academia formal y colaborar más directamente con l@s latinoamerican@s en sus paisajes propios.

 

¿Cuándo fue la primera vez que vino a Tucumán? fue por motivos laborales?

La respuesta corta: enero 1989, y sí. La respuesta larga: al inicio de los 1980 me di cuenta de la riqueza de biología y biólogos en la UNT al conocer a Eduardo Domínguez, que estaba visitando a un colega mío en Gainesville. En el año 1986 el Dr. Jorge Rabinovich de la UBA desarrolló el Programa SPAIDERA, cuya idea era de contribuir a la reconstrucción de los programas de ecología en seleccionadas universidades argentinas por medio de invitar a ecólogos extranjeros a pasar algún tiempo en sus facultades. A fines del año, en Chile conocí a un alumno de Rabinovich, Marcelo Aizen, que estuvo allá precisamente para promover SPAIDERA. Descubrimos que tuvimos intereses en común, y le propuse a Marcelo la idea de trabajar juntos en el tema de la fragmentación de hábitats y la polinización de las plantas nativas. A la vuelta a Gainesville mi entonces exposa (también ecóloga tropical en la facultad de la Universidad de la Florida) y yo decidimos que sería lindo pasar nuestro año sabático 1989-1990 en la UNT. Ella hizo un contacto con Monique Halloy. En enero 1989 aproveché un viaje a Chile para visitar Tucumán, donde di un par de charlas y conocí no sólo a Monique sino también a Abraham Willink y muchos otros biólogos. Como resultado, pasamos aquel año sabático en Tucumán, donde Marcelo y yo coloboramos en el tema de su tesis doctoral a través del Chaco Serrano y sus fragmentos desde el el extremo norte del Dique El Cadillal hasta Vipos. La facultad nos brindó una oficina/laboratorio. A la vez Monique y yo conversamos mucho sobre “la abuela de” la EEPE, y ella empezó a poner en práctica unas de las ideas. Abraham Willink me propuso que diera un curso sobre la ecología de comunidades, de alcance nacional. De los participantes en el curso, todavía hay varios dando vueltas en Tucumán, Jujuy y Córdoba entre otras partes. Lo más importante del curso para mí fue poder conocer a much@s jóvenes (bueno, jóvenes en ese entonces) entusiastas, animad@s e inteligentes pero con oportunidades limitadas de conseguir los tutores que merecían. Es decir, aquel año en Tucumán más lo de mi respuesta a la 4ta pregunta me condujeron de jubilarme de la Universidad de la Florida y realizar cosas en otros ambientes.

¿Qué lo llevo a vivir en Argentina? y en Salta?
Al retirarme de la Universidad de la Florida me mudé a Flagstaff Arizona, donde obtuve un puesto como profesor adjunto de biología en la Universidad del Norte de Arizona. Inicialmente me dediqué no sólo a la idea de “la EEPE” sino también trabajaba con unos grandes proyectos de “conservación y desarrollo” en América tropical. Luego de desilusionarme con respecto a tales proyectos multimillonarios y sus impactos no siempre positivos, trabajaba más directamente con l@s amig@s, ONGs locales, facultades, agencias de parques nacionales o provinciales etc. en varios países. En el 1993 un colega de la Universidad de la Florida y yo habíamos impartido un curso de campo en Ecuador sobre “el diseño de estudios en biología de la conservación”. El año siguiente modifiqué muchos conceptos y acercamientos del curso, y seguí dando y afinando el curso hasta el presente. En 2001, un salteño, Carlos Trucco, participó en un curso en Bolivia. En 2004 Carlos me invitó a facilitar un taller de “la EEPE” (sí, finalmente el estadio moderno) en Salta y alrededores. Me encantó volver al paisaje del NOA. En 2005 volví a Salta para impartir un curso de diseño de estudios en San Lorenzo. Tuve unos días después del curso para recorrer el paisaje. Por casualidad, arriba del pueblo de Vaqueros encontré un terreno espectacular a un precio sumamente razonable. Y … como siempre las cosas mejores de la vida salen por casualidad y no por la planificación con anticipación.

Sabemos que desde hace años difunde y facilita, junto a la Dra. Iralys Ventosa, el método de investigación “Ciclo de Indagación” (CI). Nos podría contar cómo y dónde nació este método?
El Ciclo de Indagación (CI), que no es ningún invento nuestro sino que es la manera natural de realizar la investigación, se codificó una noche en San Carlos de Bariloche, en septiembre 1994. La mañana siguiente se puso a la prueba en un taller de la EEPE, con docentes y biólogos locales. Funcionó de manera espectacular. Durante los siguientes meses y años se desarrolló el Ciclo de Indagación Aplicada. Una compañera boliviana mejoró notoriamente los dos esquemas. Se volvieron cada vez más completos y rigurosos, y actualmente se reconocen como esquemas prácticos, integrados, completos y entendibles para realizar investigaciones científicas a cualquier nivel, en particular el nivel de la investigación profesional. En el 2007 la Dra. Iralys Ventosa empezó a co facilitar los talleres y cursos que yo impartía en Cuba, y en el mismo año Iralys contribuyó mejoramientos notorios a los dos ciclos. Nos casamos en el 2010 y desde ese año Vaqueros Salta es nuestra base de operaciones de la cual salimos para facilitar los cursos y talleres.

 

¿Por qué elijen Latinoamérica para difundir el método y no otros lugares del mundo?

Realicé mi tesina en los Estados Unidos pero a partir de enero 1971 siempre viajaba hacia el sur para mis investigaciones en ecología. Me sentía cada vez más cómodo y contento en las sociedades latinoamericanas como un todo y en los variados contextos particulares donde intentábamos fomentar la indagación científica entre diferentes públicos. Ahora hay cientos o miles de colegas que están en lo mismo, siempre de buena onda y con muchas esperanzas (justificadas por sus muchos logros). Somos una familia grande. No creo que eso habría pasado en otro lugar, por ejemplo en África, Asia, Australia, o Europa, aunque tengo sólo una experiencia en África y ninguno en los demás continentes. Sé que al menos la confianza y amistad que se puede alcanzar con las persona con que compartimoss, casi siempre fácil en América latina, habría sido más desafiante en los Estados Unidos y Canadá.

 

Habiendo pasado por sus cursos cientos de estudiantes de postgrado...cuál mensaje le gustaría transmitir a los mismos con respecto a la conservación del medio ambiente?

Tres cosas. (1) Lo fundamental es la historia natural. (2) Lo fundamental es el sentido común. (3) La conservación del paisaje local debería estar en manos de los habitantes del mismo, empleando la herramienta de la indagación científica para plantear y contestar sus propias preguntas, luego aplicando las respuestas a la conservación.