Entrevista

  • 28 Noviembre, 2020
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ENTREVISTA A MARIA LUISA BOSSOLASCO

 ML

Este 2020 fue un año que, entre muchas otras cosas, impactó de manera significativa en todos los niveles del sistema educativo. Desde su rol como docente universitaria qué balance hace de este año. ¿Hay cosas positivas que se puedan rescatar?

La vida me ha ido enseñando a tener una mirada esperanzadora de la misma; creo que la tarea de ser docente también contribuye a ello; así que diría que sí, que hay cosas positivas que pueden rescatarse cuando miramos en perspectiva y buscamos hacer un balance del año. Creo que una de las principales cuestiones que rescataría es la capacidad de resiliencia y flexibilidad demostrada en el grupo de docentes que asumieron la tarea de sostener la continuidad pedagógica en el contexto en que tuvo lugar así como de los estudiantes; sobre todos de aquellos que estaban ingresando a la vida universitaria; que desconocían la cultura propia de este nivel académico y han tenido que reinventar los modos de vincularse, socializar; crear esas redes de sostén que se construyen de manera casi natural cuando uno transita los espacios físicos de una Facultad.

Ud. venía trabajando desde hace años en promover la Educación a Distancia. ¿La coyuntura del 2020 fue favorable para ello?

Tengo mis debates internos en torno a este tema, que en algún momento hemos compartido con otros colegas que también trabajan en el área de Educación a Distancia (EaD). Entiendo que la necesidad forzosa de haber tenido que comenzar a introducir instancias de virtualización y comunicación mediada tecnológicamente, ha hecho que muchos colegas tuviesen la posibilidad de ver, conocer, experimentar otros modos posibles de enseñar y de aprender más allá de la presencialidad. Es decir, muchos docentes han descubierto la posibilidad de expandir el aula, compartir clases con colegas y alumnos de otras universidades, invitar a especialistas a sus clases, participar en proyectos colaborativos, sumarse a comunidades de aprendizaje sobre temas de especialidad, se promovió el acceso a repositorios y la digitalización de información, se diseñaron y ofrecieron webinars y eventos on-line del tema que uno buscase. Hubo una sinergia a escala mundial, que confluyó en una misma dirección y eso ha generado que todos aprendamos algo que no conocíamos en torno a las posibilidades que ofrecen las tecnologías e internet para enriquecer nuestras prácticas educativas.

Pero también creo que ello implica un riesgo y es el creer que lo que estuvimos haciendo este año en el contexto de estas prácticas educativas remotas de emergencia, “es EaD”.

Virtualización express, educación a distancia, presencialidad mediada por tecnología, son algunos de los términos y expresiones que hoy circulan en la comunidad educativa. Ud. percibe que los docentes y las instituciones entienden el real significado y alcance de cada término y las diferencias entre ellos?

En algún punto, me anticipé a esta pregunta en la respuesta anterior. Entiendo que no y creo que allí tenemos una gran responsabilidad quienes venimos trabajando en estos temas.

En este tiempo se han cumplido dos rasgos que son propios de la EaD. ¿Cuáles son? Que estudiantes y profesores se encontraron físicamente separados durante la mayor parte de la acción educativa y que la comunicación mantenida en este periodo a estado mediada tecnológicamente. Pero estos dos rasgos no resultan suficientes para pensar y diseñar propuestas de EaD ya que un trayecto educativo diseñado desde esta opción pedagógica requiere que se repiensen todas las dimensiones que constituyen una situación educativa, esto es los objetivos que se persiguen, el modo en que se presentarán los contenidos, el tipo de tareas académicas que se proponen a los estudiantes, cómo se distribuyen los tiempos, el modo en que se concibe y diseña la evaluación, el rol que asume el docente, el rol que asumen los estudiantes, los procesos mismos de comunicación, los procesos administrativos que deben resolverse para la posterior acreditación de ese trayecto, el diseño de espacios institucionales más allá del aula en donde docentes y estudiantes pueden encontrarse y ser miembros activos de una comunidad.

Para ello, se requiere un soporte organizacional e institucional que a través de sus recursos humanos acompañe en ese rediseño, en el armado de materiales propios para EaD, en bosquejar los entornos en donde ese aprendizaje tendrá lugar, que asuma roles de seguimiento y motivación del proceso por medio de tutorías docentes; entre otras cuestiones.

Con estas referencias podemos volver a mirar lo que hicimos este tiempo y creo que la respuesta surge de manera clara. Tal vez buscando ejemplos extremos, pero que sin duda son ilustrativos, el sostener buena parte de la cursada con clases al estilo magistral utilizando herramientas de videollamada o definir la trayectoria de un estudiante con dos instancias evaluativas a través de cuestionarios de opción múltiple; son prácticas que distan mucho de una propuesta de EaD.

Y decía al inicio que será un interesante desafío para quienes venimos trabajando en estos temas pues tiene que ver con prácticas que están culturalmente instaladas. Hasta marzo de este año nos debatíamos analizando la resistencia de los docentes a introducir en sus prácticas instancias de virtualización, sus actitudes hacia la inclusión de tecnología o por qué la EaD continuaba siendo la “hermana pobre” y desprestigiada. Ahora se ha logrado un uso exponencial de diversidad de recursos tecnológicos tanto por parte de docentes como de alumnos; el desafío será trasladar el foco del uso meramente instrumental para volver a poner el foco en las prácticas pedagógicas, en cómo enseñamos y cómo promovemos que el otro aprenda; que es, en última instancia, donde deberíamos centrar los debates.

Cómo se imagina, por lo menos a nivel de enseñanza universitaria el comienzo de clases del 2021. ¿En qué escenario nos encontraremos?

Anticipo que, por cuestiones sanitarias, será muy difícil una vuelta a la presencialidad tal como la conocíamos para el mes de febrero-marzo de este año. Es decir, tal vez se habiliten instancias de presencialidad para grupos reducidos, priorizando algunas actividades como los trabajos de laboratorio o instancias de exámenes; con los protocolos que ya se fueron diseñando; con el añadido de que docentes y alumnos que se encuentren entre los grupos de riesgo soliciten licencias.

Todo esto me lleva a pensar al menos en dos cuestiones. Por un lado, y en caso de tener que continuar trabajando de manera virtualizada, llevamos algo de ventaja respecto del año que ha transcurrido; contamos con cierta experiencia, vimos qué ha ido funcionando, qué no; tenemos buena parte de las aulas creadas, materiales y clases diseñadas. Deberíamos trabajar en revisar y enriquecer esas propuestas.

Pero nos queda otro desafío, pues entiendo que institucionalmente deberíamos pensar desde ya cómo diseñar ese regreso para cuando el mismo se habilite; es decir, contar con un mapa de situación de cátedras que necesitan trabajar en instancias de presencialidad, cantidad de horas requeridas, número de alumnos, espacios y materiales que necesitarían, entre otros; para ver el modo en que se organizaría ese trabajo.

Ud. forma parte del Centro de Innovación Educativa (CIE), espacio que sin duda ha sido un espacio de referencia y consulta en este contexto de virtualidad obligada. ¿Cuáles fueron los principales desafíos que tuvieron que enfrentar?

Se me vienen a la cabeza varios desafíos; trataré de organizarlos. Por un lado, y creo que el principal, fue el dar respuestas de manera ágil a la cantidad de solicitudes de ayuda que aumentaron de manera exponencial en un breve periodo de tiempo sumado a que, en ese mismo tiempo, continuábamos con nuestras actividades como docentes de grado y/o posgrado según el calendario que ya estaba previsto. En este sentido creo que pudimos ir dando respuesta en tanto ya veníamos trabajando en el tema desde hacía varios años, por lo cual muchos docentes de la Facultad ya estaban “sensibilizados”, tenían conocimientos previos; habían transitado alguna instancia de formación. También contábamos con mucho material ya diseñado en nuestro canal de videos, que agilizó la tarea y fuimos añadiendo nuevos tutoriales, bajo demanda. Los mismos espacios de formación ofrecidos sirvieron como instancias para compartir experiencias entre colegas y aprender de otros y con otros. Además, formamos parte de red de colegas de otras instituciones y universidades del país, con quienes se compartía información y resultó valioso como soporte.

Por otro lado, como trabajamos en el Curso de Ingreso a la facultad, somos el equipo referente para los alumnos que recién se aproximan a la institución; por lo cual tuvimos que asumir la tarea de dar respuestas a muchas consultas de orden administrativo, de temas referidos a cátedras particulares, deducir las dificultades que expresaba, orientar sus dudas y redirigirlos al área que correspondía atendiese cada consulta. Los estudiantes desconocían otros canales para hacer efectivos sus planteos o bien, no tenían respuesta en función de sus necesidades.

En este sentido, otra cuestión que se hizo visible es la necesidad de trabajar de manera coordinada y articulada con otras áreas y estamentos de la Facultad, áreas administrativas, de infraestructura tecnológica, de gestión académica, de comunicación y extensión, centro de estudiantes; puesto que se visibilizaron diversos “ruidos” que complejizaron la tarea y podrían haberse evitado con un trabajo más articulado.

Por último, en este tiempo se hicieron visible, prácticas pedagógicas muy instaladas en la presencialidad que era la oportunidad para que fuesen repensadas, pero se siguieron reproduciendo; sobre todo en lo referido a los propósitos formativos, las modalidades de evaluación, el diseño de trayectorias ideales y unívocas. Teníamos la posibilidad de comenzar a atender a la diversidad y particularizar el proceso de enseñanza-aprendizaje para atender a estudiantes con diversas realidades y no pudimos avanzar mucho en ese sentido. Sin duda este es un desafío aún pendiente y en el cual habrá que seguir trabajando a mediano y largo plazo.

Desde su experiencia y habiendo participado en numerosos encuentros con colegas de diferentes partes del país, cómo ve a la UNT en comparación a otras universidades del país y del extranjero. ¿Cuáles serían nuestras principales fortalezas y debilidades?

Justo nos encontramos en instancia de autoevaluación institucional y en el informe presentado para esta instancia, se da cuenta de muchas de las acciones que se venían realizando desde UNT en torno a la EaD.

Desde mi perspectiva creo que estamos en una etapa de transición entre la infancia y la adolescencia de la EaD en la UNT; aún no alcanzó su grado de madurez y resta un tiempo para que la alcance. ¿Qué quiero decir con esto? Al pensar en términos de fortalezas y debilidades tenemos la tendencia de hacer un ejercicio comparativo y, en ese sentido, es importante definir cuál será el parámetro de referencia para hacer esa comparación. Si lo hacemos con instituciones que ya cuentan con años de trayectoria en oferta en esta modalidad o con universidades más jóvenes que ya han pensado su diseño de gestión incorporando la opción pedagógica a distancia, sin duda estamos transitando los primeros años de infancia; pero si la referencia de comparación es con instituciones que aún no tienen ofertas a distancia y con una fuerte tradición de presencialidad; podemos decir que hemos ido creciendo y que contamos con ciertas fortalezas.

¿Qué fortalezas percibo? Que por decisión política y de gestión en el año 2010 se creara una unidad, dependiente del rectorado, destinada a atender temas relacionados con EaD y virtualización de la educación, como es el Proyecto de UNT Virtual. Esto permitió, desde entonces dotar de infraestructura tecnológica a todas las dependencias de la Universidad, para diseñar propuestas en esta modalidad lo cual vino acompañado del diseño y oferta de diversas instancias de capacitación que llevaron a tener referentes en estos temas, de manera formal o informal, en la mayoría de las Unidades Académicas.

En ese sentido, existe disparidad entre las diferentes Unidades Académicas; mientras que en algunas de ellas se avanzó en crear sus propios centros, en otras las acciones aún son más dispersas. Sin duda este año ha llevado a que se vea la necesidad de contar con referentes, que puedan trabajar de manera articulada tal como se lo pensó originalmente en aquel proyecto.

Otra de las fortalezas que percibo es contar con el SIED (Sistema Institucional de Educación a Distancia), ya validado. Si bien es necesario seguir trabajando en su implementación se cuenta con un marco inicial a partir del cual continuar avanzando. Y vinculado a ello, un último hecho que considero muy valioso es el formar parte activa de la RUEDA (Red Universitaria de Educación a Distancia) organismo desde el cual se puede tener contacto con referentes de las demás universidades del país en estos temas y que siempre han sido muy generosos con su saber.

En relación a las oportunidades o acciones a seguir pensando creo que una cuestión prioritaria es seguir avanzando en la implementación del SIED; para lo cual, previamente se deberían reforzar los equipos que asuman esta tarea. Existe una necesidad a la cual dar respuesta institucionalmente y es que hoy cualquier carrera que aspire a ser presentada con un porcentaje de horas en modalidad a distancia, requiere para su aprobación una cantidad determinada de cursos diseñados y montados en aulas virtuales. Institucionalmente se debería garantizar la existencia de un equipo que acompañe en el diseño de esas propuestas, para garantizar la calidad de las mismas.

Sin duda esto requiere de decisiones políticas que acompañen más allá de dar el visto bueno a las acciones que un grupo de personas entusiastas emprende. Si no se comprende que es una necesidad y que se deben destinar recursos, materiales y humanos, para crear unidades que trasciendan las gestiones políticas; resultará difícil que la EaD en UNT avance a ese grado de madurez al que muchos aspiramos.