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  • 24 Febrero, 2021
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 ¿Por qué es importante intentar hacer alguna pasantía o estudio en el extranjero?

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Alejandra Korstanje

Soy Alejandra Korstanje, docente de esta casa de estudios en la carrera de Arqueología, cursé mis estudios primarios en una pequeña y peculiar escuela privada de barrio; los secundarios en escuela pública nacional, y los universitarios de grado y postgrados en dos universidades nacionales argentinas. Me convocan hoy para narrar sobre el aporte que el viajar al exterior ha dado a mi perfil y mi trabajo.

Antes que nada, es importante un dato de mi contexto personal, y es que he viajado mucho porque vengo de una familia que valora muy positivamente los viajes. Aun hoy, a los 84 años, mi madre es una conocida viajera. Por ello el viajar, como modo de aprender, ha sido algo muy fomentado desde la infancia y eso a veces cuenta a la hora de lanzarse sin miedos a vivir en mundos diferentes. Sin embargo, viajar no es para clases adineradas, sino que todxs podemos acceder si sabemos buscarle los trucos y escondrijos.

Dentro de ese “he viajado mucho” aquí importan los viajes académicos como experiencias que nos transforman. Los voy a narrar en tres bloques: becas de estadías en el exterior, congresos y trabajos de campo.

Paraguay es una tierra donde la vivencia del pasado indígena y de la guerra indigna de la Triple Alianza está presente en cada esquina, frase o recuerdo, y en el modo en que está conformada su sociedad, por ejemplo, con una fuerte impronta de privilegios a los varones. Esto lo aprendí en mi primera y temprana beca, siendo aun una estudiante universitaria, cuando fui al Paraguay para estudiar la cultura y el idioma guaraní (Asunción 1986).

Mucho tiempo después, ya graduada en Historia, descubrí en un laboratorio de la bella y liberal Berkeley, histórica universidad de las luchas por los derechos de las minorías en EEUU, que los microfósiles serían mi campo de estudio más original. Fue en una pasantía de investigación Fullbright de seis meses donde “descubrí” lo que hoy es mi especialidad, la agroarqueología y dentro de ella, los microfósiles en arqueología (UCBerkeley , año 2000).

Después de eso, ya siendo doctora, pensé que el mundo de las becas estaba terminado para mí, pero una circunstancia personal especial me hizo buscar otros horizontes para salir del país y apliqué a tres becas. Dos de ellas me salieron y conocí las formas de trabajar el paleolítico europeo con una beca Erasmus Mundus (2010), donde al ser ya doctora pude apoyar con mis saberes a lxs estudiantes de maestría de allí. Debo decir que esos tres meses en la bella y romana Tarragona, al lado de la playa fueron un delicioso espacio para leer y ampliar horizontes que no es muy común. Inmediatamente continué con la segunda beca de ese periodo, otra beca Fullbright, pero ahora en asociación con el CONICET, de tres meses para realizar estudios comparativos acerca del campesinado (UCDavies, mismo año 2010). Los estudios que debía realizar incluían un viaje a México, Michoacan, para conocer de cerca los sistemas de cultivo tradicionales, pero esto no fue posible porque la situación de violencia estaba escalando y era ya muy compleja para ir con un grupo de estudios. Así, nuevamente habité bibliotecas, recorrí la apacible Davis, ciudad donde todxs andamos en bicicleta, y empecé a organizar teóricamente la forma de concebir la arqueología que hoy tengo.

Las becas me dejaron en primer lugar, la tranquilidad de saber que mi formación en la universidad pública argentina había sido muy buena. En ninguna de estas experiencias sentí que me faltaran conocimientos o que no pudiera encontrar el camino para acceder a ellos. Las diferencias sí estaban en la forma de organizar los estudios, la tranquilidad que brinda una beca para poder trabajar, ya que una se encuentra en una especie de “burbuja irreal”, donde el tiempo para investigar, leer y analizar es mucho mayor, mas concentrado, menos interrumpido por las cotidianeidades de nuestras vidas “normales”, que tienen mas demandas familiares y sociales. Y otra diferencia notable, en aquel entonces eran las bibliotecas. Yo viví la sensación de que, aquello en lo que eran realmente mejor los lugares donde fui a estudiar, eran sus bibliotecas y el acceso a ellas. Hoy, con el mayor consumo que hacemos de artículos que de libros y el acceso vía internet, quizás esta diferencia ya no sea crucial. De todos modos, estos contactos posibilitaron también recibir una donación de 12 cajas de libros de arqueología para nuestra biblioteca del IAM a través del convenio con el ISES.

Los congresos fueron muchos y espero que lo sigan siendo, así que no los mencionaré. En líneas generales dejan lo mismo que cualquier congreso en el país, la provincia o la región: la posibilidad de discutir, validar y hacer conocer nuestros trabajos; el conocer nuevxs colegas y líneas de trabajo, posibilidades de interacción y de elaboración de proyectos internacionales. Para ello, leer, hablar y escribir en ingles es realmente una necesidad. Aunque no seamos los mejores en ellos, la comunicación directa es fundamental. Si no escribimos en inglés, no nos leen afuera. Y si no nos leen afuera, es muy difícil interactuar y enriquecer nuestro trabajo.

Finalmente, los trabajos de campo en el exterior vinieron posibilitados por los vínculos que hice en las becas y congresos. Así participé en proyectos en Israel, Chipre, Bolivia, España, Perú y un breve paso por el Sahara Occidental, a todos ellos invitada para desarrollar y colaborar desde alguna de las aristas de mi experticia. Los trabajos de campo es lo más disfruto a la hora de viajar, porque justamente ya voy como experta y por lo tanto pongo a prueba mis conocimientos en otro contexto. Esto es siempre un desafió, pero a su vez es muy creativo. Y por supuesto, a veces son lugares increíbles en sus costumbres y belleza, claro, pero, aun cuando no lo son, la vivencia es muy intensa y volvemos modificados.

En resumen, los viajes me sirvieron si para mejorar mis conocimientos; perfilar mi profesión; encontrar mi lugar en la ciencia; saber lo que quería y no quería hacer; expandirme…, pero, por sobre todo me sirvieron para valorar lo que tengo, esto es, lo que la educción publica argentina me brindó. Eso no solo me lleva a tener una actitud política ante la vida y ante lo académico y científico, sino que me hace ver, sin chauvinismos ni nacionalismos baratos, lo hermoso que es el país que habito. Viajar me impide decir, por ejemplo “que país de mierda”, cuando me refiero a él. Siempre me van a ver asombrarme por lo maravilloso que es el territorio y la gente del lugar que habito.

No sé si me hubiera dado cuenta de esto sin la posibilidad de viajar y comparar.

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