De la conversación rescato como conclusión que la academia (en este caso la Facultad de Ciencias Naturales y su Instituto) no parece dialogar con el futuro porque sigue estando vuelta hacia sí misma, sin acercarse a los que sí dependen de la anticipación porque arriesgan recursos económicos en ello. Hay que incluir en la conversación a la gente que toma decisiones, algo que las ciencias naturales lo están ignorando. Hacen falta emprendedores que revolucionen con nuevas ideas que renueven, pero también pensar en establecer relaciones estratégicas con beneficios para todos. Diálogos abiertos y con paciencia, mucho intercambio y saber qué pasa con nuestro egresado, qué requiere, pero también mirando la demanda de éstos en el mercado laboral como un indicador de lo que está pasando en el mundo. Con esta perspectiva tan compleja la institución pública por sí misma no hará este ejercicio de pensar el futuro. ¿deberíamos dialogar con ellos, los que invierten percibiendo el futuro?
Por otro lado, observamos que no todos los saberes están en la academia, los que tienen miles de años y han dado pruebas de supervivencia por mucho tiempo en circunstancias adversas (cambios en el clima y condiciones ambientales) probando todas las capacidades humanas de adaptación, merecen ser escuchados. Amén que a escala geológicas la vida ha superado toda adversidad.
¿Cómo sale la academia de esta encrucijada que pareciera estar obturando uno de los caminos más importantes de una universidad que es anticipar los problemas? Pareciera que la apertura a las ideas nuevas vendría de las puertas abiertas a nuevas miradas y eso se lograría con la formalización de más intercambios con menos burocracia. La ciencia y la tecnología muestra hoy que muchos de los adelantos vinieron por fuera de la academia, aunque esta sea la que debiera estar mirando el futuro. Necesitamos diálogo con otras disciplinas y otras instituciones (especialmente internacionales para salir del aislamiento) y fundamentalmente generar después políticas de Estado con temas aplicados. Debemos cuestionar todos los cambios incluyendo las necesidades sociales, las miradas históricas sean geológicas o arqueológicas muestran que todo lo que vivimos de algún modo ya ocurrió previamente. Dijimos que de las culturas antiguas se puede aprender, y esto nos sitúa especialmente en escalas locales para mirar también. Por otro lado, aceptemos la apertura para poder pensar, a todas las escalas, incluyendo estructuras como la de cátedra que hoy está perimida porque es refractaria a los cambios. La estructura elefantiásica de la UNT no parece colaborar con la agilidad que necesitan estos nuevos tiempos, la extensión que es intensa no alcanza ya como idea de “apertura institucional”. El enfoque de abordaje de la complejidad, y el ambiental lo es, no puede quedar en el relato presente y pasado que son estáticos y deben estar conectados a las políticas y acciones para ser dinámicos y prescriptivos y poder evaluar futuros posibles.