A partir de la mitad del siglo XX, se crearon el INTA (1956), CONEA (1950), INTI (1957) y en 1958 el CONICET y su carrera de investigador, con becas para realizar tesis doctorales y proyectos subsidiados de Investigación y Desarrollo. Este florecimiento de las instituciones científicas expandió a su vez a las carreras de posgrado, sobre todo a las de doctorado en ciencias duras que están íntimamente ligadas a la investigación científica.
Todo esto fue acompañado por un incremento desordenado de carreras y alumnos de posgrado. Hasta esa época la UBA era la principal proveedora de títulos de doctor, seguida por La Plata y Córdoba. A partir de 1940 comienzan a tener un papel notorio algunas otras Universidades entre ellas las de Tucumán y Litoral.
En la Argentina, llegamos a 1984, con una cantidad importante de Universidades estatales y privadas y un número considerable de estudiantes de posgrado en muchas de ellas. Se creó en ese momento el Sistema Nacional de Cuarto Nivel (SICUN), que alcanzó a proyectar un relevamiento y una estructura que se encargaría de evaluar y categorizar los posgrados, pero el sistema no llegó nunca a instrumentarse completamente. Aun así, las Universidades comenzaron a reglamentar en forma individual sus actividades de posgrado, algunas crearon Secretarías de Posgrado, otras Consejos de Posgrado, Departamentos, etc. En 1995 se creó la Comisión de Acreditación de Posgrado (CAP) que llevó adelante la primera evaluación voluntaria de estas carreras. En ese mismo año, se promulgó además la Ley de Educación Superior que establece que “…Las carreras de posgrado —sean de Especialización, Maestría o Doctorado deberán ser acreditadas por la CONEAU, Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria, o por entidades privadas que se constituyan con ese fin y que estén debidamente reconocidas por el Ministerio de Educación…”. Casi en forma simultánea se creó el FOMEC, Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Universitaria, que otorgaba subsidios a los que podían acceder posgrados que se hubieran acreditado.
La Coneau al principio fue resistida por algunas Universidades, entre ellas la UBA no se presentó en aquella oportunidad. Hoy ya no se discute que las instituciones y sus carreras sean evaluadas, más allá de las agencias creadas o por crear dedicadas a estas funciones y sus políticas al respecto. Creo que no sólo es importante la evaluación externa, sino que el proceso interno, de autoevaluación participativa previo, muchas veces conflictivo y hasta doloroso, es muy provechoso para el sistema. Como somos hijos del rigor, si no nos imponen las cosas desde afuera raramente las hacemos por iniciativa propia. Por otro lado, las carreras de posgrado que no se acreditan, van quedando sin alumnos, apoyo institucional e infraestructura y por consiguiente tienden a desaparecer.
La primera convocatoria de acreditación fue masiva y se realizó entre 1998 y 2000. Fue caótica, se mandaban a Buenos Aires kilos de papeles anillados por cada carrera de cada universidad y hasta hubo que hacer un estudio de resistencia de materiales en el edificio que albergó toda esa documentación en Buenos Aires. Se temió también por la integridad del piso hueco y de madera de nuestra Secretaría de Posgrado, donde se guardaban los ejemplares, a enviar desde la Universidad. En las categorizaciones siguientes se fue mejorando la metodología de las convocatorias.
La calidad de los posgrados, se debe sobre todo al equilibrio entre varios factores, entre ellos a los indicadores de experiencia adquirida y prestigio científico ganado. Estos no son temas menores, pues estas cualidades hacen que se tenga más solvencia en gestión, se cuente con mayor número de profesores ya doctorados, exista un sistema ya estabilizado que los soporte. Paralelamente y como condiciones importantísimas están la solvencia de los directores, las condiciones de equipamiento e infraestructura de las instalaciones (tema muy importante para algunos tipos de investigación experimental) y la calidad de los jurados que evaluarán la tesis.
La ciencia internacional avanza hacia variadas orientaciones que, en el campo de la Biología y particularmente en nuestra Facultad, se basan en dos necesidades fundamentales ya marcadas en la Convención de la Biodiversidad hace años: el mejoramiento de la calidad alimentaria de la humanidad y el cuidado del medio ambiente y su diversidad biológica. Dos premisas no siempre compatibles si no se genera conciencia de sustentabilidad y transversalidad. El manejo sustentable-responsable del ambiente es, a estas alturas de la historia de la humanidad, imprescindible. El gran tema en foco en este momento relacionado con estas especialidades es el sanitario y el equilibrio entre el ambiente y sociedad, cuestión tan relevante en esta pandemia.
La interdisciplinariedad, está siempre presente en esta carrera, facilitada por su estructura misma. En Biología cada vez se trabaja más con modernos métodos en taxonomía y biogeografía, bacteriología, virología, biología molecular, epidemiología, etc. El desarrollo de la informática y de instrumentales de alta tecnología, posibilitó la investigación con un mayor número de datos y de mejor calidad. Temas básicos de las ciencias biológicas, utilizando técnicas computacionales de punta interactúan con otras ramas más aplicadas de la ciencia como la Biotecnología, de desarrollo exponencial en la actualidad. En todos estos casos podemos encontrar un ejemplo apropiado en este doctorado.
No quiero dejar de mencionar la importancia fundamental de algunas personas e instituciones que ayudaron a la creación del doctorado. En primer lugar, al Dr. Ricardo Farías, que convocó, a miembros de la Sociedad de Biología de Tucumán, de las Facultades e Institutos del Conicet orientadas a lo biológico, a las primeras reuniones donde se planteó la necesidad de una carrera transversal y multidisciplinaria. Debemos haber trabajado más de un año hasta que se diseñó este proyecto, se planteó, con currícula abierta y personalizada pero no fue entendido fácilmente, algunos se resistían considerando que se “vaciaba a las facultades de sus doctorandos”. Pero en vez de restar, esta experiencia sumó y sigue sumando a egresados de antiguas y nuevas carreras de grado. Este posgrado ha enriquecido, a alumnos y profesores, a nuestra universidad, otras del país y de Latinoamérica que confiaron sus posdoctorandos en él. Cabe destacar también la participación externa de la Fundación Miguel Lillo y Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres. Este conjunto de instituciones le da solidez, una masa crítica importante de alumnos, directores y posibilidades de líneas de trabajo muy variadas optimizando recursos para desarrollar las tesis.
Así fue como el Consejo Superior por resol. 1007/96 crea el doctorado con la participación de las Facultades de Bioquímica, Química y Farmacia, Cs Naturales e Instituto Miguel Lillo, de Agronomía y Zootecnia, de Cs Exactas y Tecnología y Medicina, y los Institutos del Conicet, Insibio, Proimi y Cerela y designa además director interino al Dr Farías con el fin de organizar la carrera y el primer consejo académico, que se constituyó, luego de las correspondientes elecciones, con cinco Miembros:
Dr. Ricardo Farías por la Fac. de Bioquímica y el INSIBO Conicet (Director)
Dr. Máximo Valentinuzzi, por el Instituto de Bioingeniería (Fac. de Cs Exactas y Tecnología)
Dr. Daniel Plopper (Fac. de Agronomía y Zootecnia)
Dra Cristina Manca de Nadra (Cerela, Conicet).
Dra Mercedes Lizarralde de Grosso (Fac. de Ciencias Naturales e Instituto M. Lillo)
El primer grupo de alumnos del doctorado y su base fundamental, estuvo conformado por algunos doctorandos que provenían de carreras de los doctorados en Bioquímica y Biología de las Facultades Bioquímica y Cs Naturales, ambas con tradición de posgrado desde las décadas del 40 y 50. A 25 años de su creación, de estas dos facultades egresa el mayor número de doctores de esta carrera y de nuestra Universidad en general.
Han pasado a lo largo de estos 25 años varios directores, sucesivamente los Doctores Ricardo Farías, Faustino Siñeriz, Mercedes Lizarralde de Grosso, Atilio Castagnaro, y Carlos Minahk, su director actual.
Hoy es, según conceptos de la Coneau, “una propuesta innovadora, integrada en su transversalidad que no es habitual en la tradición local del sistema científico tecnológico”.
Además de numerosos convenios con carreras de otras Universidades, este Doctorado es uno de los miembros fundadores junto con el Doctorado en Bioquímica de la UNT y por iniciativa de la Universidad de Córdoba, de un Consorcio de Doctorados en Ciencias de la Vida del país que fue pensado como una asociación para fortalecer y relacionar los Programas de cada Universidad.
Se participa activamente también en el Programa Iberoamericano de Movilidad Académica de Posgrado Pablo Neruda con sede en Madrid, que depende de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura (OEI) con fondos de los estados participantes que son la mayoría de los países sudamericanos, España y Portugal. Dentro del Programa nuestro Doctorado en pertenece a la Red Iberoamericana de Biotecnología (Riabin). En él se ayuda a los alumnos y profesores de los doctorados participantes, a visitar a otras instituciones, a tomar y dictar cursos o a desarrollar pasantías entre instituciones de investigación. Otra función es ayudar a mejorar a carreras en formación o con poca calificación de los distintos países miembros.
El Doctorado en Ciencias Biológicas de la UNT es la confirmación de que en Argentina y en Tucumán en este caso, se hace ciencia, tecnología e innovación en forma colaborativa, moderna y transversal. Lo avala además los cerca de 200 doctores egresados en los últimos 10 años.
A todos los alumnos, egresados, docentes y personal que ha participado en este esfuerzo, ¡felicitaciones por la tarea cumplida y vamos por otros superadores 25 años!