La realidad en el mundo entero se tornó oscura… y la muerte se apoderó de millones de personas. Esto se reflejó en la profunda tristeza que sentimos frente a imágenes estremecedoras que veíamos en los medios y la inesperada partida de algún ser querido, un familiar, un amigo o un conocido. Fue un tiempo de introspección que nos llevó a analizar nuestra vida, nuestra historia, nuestro futuro, el futuro del mundo…
Para atenuar nuestras angustias acudimos a recursos de todo tipo y nos abocamos a ordenar la casa, los papeles, hacer jardinería, artesanías o cualquier actividad que nos sacara de la obsesión pandémica. Con el corazón abierto nos comunicamos de diversas formas con nuestros afectos y nos preocupamos de hablar a los que estaban lejos o solos.
Confieso que sentí miedo a la muerte, frustraciones y sensación de pérdida muy extraña, de tiempo sin tiempo, sin vernos a los ojos, sin abrazarnos…
Por otro lado ,también creo que aprendimos mucho: aprendimos a valorar la vida , a sentir más empatía frente a los demás , a agradecer las “pequeñas cosas”, a sentir cuan vulnerables somos ante situaciones de este tipo, a asumir cuánto conocimiento falta , a pesar de nuestros avances en medicina. Todos los días, se cambiaba de información y de estrategias a seguir en la prevención, generando mucha incertidumbre.
Jubilada desde hace unos años, disfruto de una etapa diferente, en especial con mi familia y amigos. En estos tiempos canalicé mis angustias participando de un taller literario donde encontré un espacio de amigos “del alma” que me acogieron cálidamente y pude escribir con cierta fluidez, me dedique a compartir fotografías de mis viajes en las redes y profundizar en historia el arte, temas que me apasionan y que en mis épocas de gran actividad profesional quedaron relegados a un espacio muy limitado.
Atesoro todas y cada una de mis actividades como docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, a veces ,con cierta nostalgia, recuerdo esos momentos , pero , al mismo tiempo , siento una sensación de “plenitud y de tarea cumplida”. Nunca olvidaré los inolvidables encuentros con mis alumnos y compañeros de la Cátedra de Ecología, como también los numerosos eventos relacionados con El Aula Libre de Educación Ambiental. Agradezco haber participado muchos años en proyectos de investigación sobre temas limnológicos estudiando los embalses y lagunas de altura junto a mis queridas amigas del grupo. Fue gratificante también trabajar en múltiples actividades académicas de la Facultad guardando esos recuerdos como pertenecientes a una etapa muy feliz de mi vida.
Debo confesar que lo que más extraño son las salidas al campo, privilegio único de nuestras carreras de ciencias naturales, que nos permitieron vivir otros mágicos mundos paralelos. Durante la pandemia pensé mucho en la actividad académica de la facultad, en las limitaciones que existirían frente a lo que debía hacerse y los estrictos protocolos anti covid, todo un tema, pero también pude enterarme con beneplácito por las redes que supieron acudir a excelentes metodologías tecnológicas para minimizar los obstáculos y poder concretar las actividades como clases, cursos, exámenes y tesis doctorales.
Hoy, transitamos una fase esperanzadora de lucha frente al virus en búsqueda de una pronta inmunidad.
Un apretado abrazo para todos. Siempre en mi corazón. “Cada vez iré sintiendo menos y recordando más. Pero qué es el recuerdo sino “el idioma de los sentimientos”
Julio Cortazar - Rayuela